Ayer estaba pesimista, pero con un bichito de esperanza. Esperaba que de pronto salieran millones de votos de jóvenes izquierdosos (le escuché a alguien decir que, si solo votaran los jóvenes, Petro gana en primera vuelta), pero no pasó y, en cambio, se cumplieron unos pronósticos que, según leí, son los peores para Petro. Mejor dicho, en mi círculo de conocidos y familiares ya Rodolfo Hernández es presidente; y aunque mis amigos y mi marido me regañen por pesimista e irracional, yo veo esta causa más perdida que ganada.
No creo que quienes votaron por Rodolfo sean brutos o ignorantes. Sí creo que a Rodolfo lo inflaron los medios, porque lo pusieron en el mapa de todos los electores: ya era, según entiendo, fuerte en redes sociales, y lo dieron a conocer a mucha más gente, quizá menos conectada a las redes, en un par de semanas.
Sé que la mayoría de las personas no leemos programas políticos ni somos muy sofisticadas a la hora de votar: votamos con las tripas; en Colombia y en otros lados. Votamos con las tripas y con las maquinarias, aunque de las maquinarias yo solo he leído; sé que existen y mueven votos, pero no las he visto actuando en mi vida cotidiana, en mi barrio, en mi zona.
Sé que es casi imposible hacer que alguien cambie de opinión, sobre todo si son temas que nos mueven de forma muy personal y visceral. Veo que la campaña del Pacto Histórico sabe eso y lo han intentado: la publicidad carlosvivesca (que, sin Carlos Vives, no es igual, pero de algo sirve), el logo multicolor, las alianzas; incluso esos sapos que muchos sienten que han tenido que tragarse.
Yo creo que Petro ha entendido que, si quiere ser presidente, tiene que seducir a muchos votantes y ha optado por seducirlos con una idea de país más equitativo, más diverso, en paz. Sinceramente no sé qué tan viable sean sus propuestas económicas, pero no sé por qué a él le piden lo que no le piden a nadie más.
Creo que Petro no tiene nada que hacer para ganarse a la gente que cree que es guerrillero o asistencialista o comunista o expropiador o que “nos va a volver como Venezuela”. Y por eso creo que él no puede ser el presidente progresista que muches deseamos. También creo que la cosa va cambiando despacito, y que somos una sociedad más progresista, aunque no parezca.
Cagada los líderes de medios poderosos, porque esos sí que me parecen unos brutos y unos arrodillados y unos elitistas y unos largartos y unos estrechos de mente. Los líderes de medios tradicionales, es decir, de Caracol, RCN, El Espectador y El Tiempo, Semana, la W, Blue Radio, Néstor Morales, Gustavo Gómez: con ellos no me vale la política del amor ni quiero unión ni nada ni los quiero seducir: sí creo que hay que manipularlos, visto que la información no les interesa.
En fin, creo que Petro ya no fue. Tiene un sambenito tremendo del que no va a poder zafarse. También pienso que a cualquier líder “de izquierda” lo ensuciarían igual, pero no tendría que cargar con lo de haber sido guerrillero, con la sombra de Hugo Chávez y tal. Tiene que ser alguien joven, que haya sido un niño o adolescente en la época de Chávez.
Por las mismas razones, creo que es impajaritable dejar de hablar más de derecha e izquierda, y en cambio hablar de progresismo y justicia social vs. qué sé yo… algo que suene feo e indeseable, porque, hay que aceptarlo, a la mayoría nos vale verga (con el perdón de Sergio Fajardo) que los líderes (políticos, empresariales, religiosos) sean machistas, racistas, misóginos, xenófobos, homofóbicos, clasistas, aporofóbicos. Y eso no necesariamente quiere decir que seamos todas esas cosas, sino que aún prevalecen otro tipo de valores: la honestidad, la astucia, la “verraquera”, la alegría, eso de ser “echados pa’ lante”, creer en dios, la familia tradicional.
A muchos no nos dice nada el discurso de la inclusión o el de la defensa de derechos, lo cual no necesariamente nos hace chusma ignara, rebaño estólido, pueblo chato, brutos, ciegos, influenciables.
Ayer les preguntaba a mis amigues: ¿pero a ustedes quién les parece un gobernante ideal?, ¿pero qué país del mundo funciona, pongamos, con un 80% de eficiencia? Y esa es la otra: la verdad es que es imposible ser como Noruega, incluso para Noruega (o Suecia o Alemania).
La poca conciencia social que tengo aterrizó sobre mí como el espíritu santo un día que pasamos en frente de Centro Suba y mi mamá dijo “Por fin sacaron a todos esos vendedores; cómo se ve de bonito el andén despejado” y yo pensé “¿Y para dónde se fueron?”. Ese día entendí que para tener una ciudad bonita (y, supongo, un país bonito) había que hacer algo con “lo feo”, con “la mugre”. “Lo feo”, por lo que he visto, incluye a: los vendedores ambulantes, los indigentes, los pobres, los ñeros, los que vienen de otro lado, los costeños, los motociclistas, los ciclistas, los venezolanos, los que pintan paredes, los perros callejeros, los limpiadores de vidrios en el semáforo, los indígenas del parque nacional, los atracadores, las putas pobres, les trans pobres y no tan pobres, las gordas, les maricas y los negros (a menos que estén en un afiche o que sean extraordinarios deportistas). También creo que somos eso feo y esa mugre de alguien más.
Mi conclusión, que en realidad es más bien un punto donde parar de escribir porque yo no tengo ninguna respuesta ni solución ni ningún poder, es que hay que dejar de comerle tanto a los argumentos, porque cualquiera se saca argumentos de cualquier lado (vayan nomás a twitter), y dejar de creerse más inteligente que los demás. Una de las tareas que tenemos los que nos creemos progres es discursiva: cómo le vamos a decir a los contendores, cuáles son las imágenes de ellos que queremos implantar en el gran público y qué queremos que digan los medios. Por cuáles ideas vamos a reemplazar el cuento de la derecha, la izquierda y el centro; el cuento de los extremos y la unión, el cuento de “no más ataques”. Fajardo, que sembró y capitalizó esas narrativas en las elecciones pasadas, ya perdió, y el centro como lo conocíamos ya no existe.
Si es verdad que la segunda vuelta estará muy apretada, pero a pesar de eso seguimos apostándole a Petro, tenemos que pensar cómo generamos un discurso sencillo, pero poderoso y seductor, como el de Rodolfo; cómo hacemos que gente que no vota salga a votar por Petro o que gente que votó Fico y Rodolfo y Fajardo y los demás vote en blanco (porque no creo que voten por Petro). Si es verdad que las mujeres se pueden convertir en una fuerza alternativa, ¿cómo las convocamos? ¿Qué términos usar para atraerlas? Creo que patriarcado y misoginia no funcionan. Creo que muchas feministas no hemos entendido que a veces espantamos a las mujeres. ¿Cómo se habla de equidad sin que suene a “los que quieren todo regalado”?, ¿cómo se habla de racismo sin que la gente brinque y diga que no, que no son racistas porque tienen amigos negros?, ¿cómo hablar de minería y de petróleo y economía a los que no tenemos ni idea de esas cosas?, ¿cómo comunicar que el funcionamiento del Estado tiene que ver con cada une de nosotres?
Hay todavía mucho por hacer y, a pesar de mi pesimismo y mi mala onda, también creo muy profundamente que la esperanza es revolucionaria.